ARQUITECTURA MODERNA EN EL SALVADOR
Se conoce como Arquitectura Moderna a una corriente arquitectónica que se originó en Europa en las primeras décadas del Siglo XX, y cuyos más representantes más relevantes fueron los arquitectos Charles-Edouard Jeanneret (también conocido como Le Corbusier), Ludwig Mies van der Rohe, Adolf Loos y, más tardíamente, el finlandés Alvar Aalto. Aunque muchos de sus preceptos continúan siendo empleados por arquitectos proyectistas, los teóricos de la arquitectura consideran que el Movimiento Moderno vio su final alrededor de la década de los 60, sin que haya podido surgir una tendencia o corriente unánime que haya podido sucederla.
Orígenes
Algunos historiadores ven la evolución de la arquitectura moderna como un asunto social, íntimamente ligado al proyecto de la Modernidad y por lo tanto, a la Ilustración, como resultado de revoluciones políticas y sociales.
Otros ven a la arquitectura Moderna como un movimiento impulsado principalmente por los desarrollos tecnológicos e ingenieriles, ya que la disponibilidad de nuevos materiales (como el acero, el hormigón y el vidrio en paneles) llevaron a la invención de nuevas técnicas constructivas a partir de la Revolución Industrial. El Palacio de Cristal de Joseph Paxton, presentado en la Gran Exhibición de 1851 es un ejemplo temprano; posiblemente el mejor ejemplo lo constituye el desarrollo del rascacielos de vidrio y acero por parte de Louis O’Sullivan en Chicago, alrededor de 1890.
Otros historiadores se refieren al modernismo como una cuestión de gusto, una reacción en contra del eclecticismo y de los excesos estilísticos y ornamentales de la era Victoriana y del Art Nouveau.
Cualquiera que sea la causa, alrededor de principios del Siglo XX, un importante número de arquitectos comenzó a desarrollar nuevas soluciones arquitectónicas para integrar los precedentes tradicionales - como, por ejemplo, el Arte Gótico - con las nuevas posibilidades tecnológicas. El trabajo de Louis O’Sullivan en Chicago, Víctor Horta en Bruselas, Antoni Gaudí en Barcelona, Otto Wagner en Viena y Charles Renny Mackintosh en Glasgow, entre muchos otros, puede ser visto como una lucha, común a todos ellos, entre lo antiguo y lo novedoso.
El Modernismo como estilo dominante
Para los años 20, las figuras más importantes en la arquitectura moderna ya tenían reputaciones establecidas. Los más reconocidos fueron Le Corbusier en Francia y Mies van der Rohe y Walter Gropius directores de la Bauhaus alemana. La Bauhaus fue una de las más importantes escuelas europeas, y su mayor preocupación era la conciliación de la tradición artesanal con la tecnología industrial.
La carrera del arquitecto norteamericano Frank Lloyd Wright se desarrolló de forma paralela a la de los ’arquitectos modernos’ europeos; sin embargo, Wright se negó a ser categorizado junto a ellos, desarrollando por su parte tanto la teoría como los preceptos formales de una arquitectura orgánica.
En 1932 se celebró la Exhibición Internacional de Arquitectura Moderna, cuyo comisario fue Philip Johnson. Junto a su colaborador, el crítico Henry-Russell Hitchcock, Johnson logró aglutinar corrientes y tendencias muy disímiles, identificando que eran estilísticamente similares y compartían un propósito general, y las consolidó en lo que vino a llamarse el Estilo Internacional.
Este fue un hito importante. Con la II Guerra Mundial, las principales figuras de la Bauhaus se trasladaron a los Estados Unidos, a Chicago, a la escuela de diseño de Harvard y al Black Mountain College. El Modernismo se convirtió en la única solución estilística aceptable desde los años 30 hasta los 60.
Los arquitectos que desarrollaron el Estilo Internacional querían romper con la tradición arquitectónica, diseñando edificios funcionales y nunca ornamentados. Comúnmente, utilizaron vidrio para la fachada, y acero y hormigón para las losas y soportes estructurales. El estilo se volvió más evidente en el diseño de los rascacielos. Quizás sus más notorios exponentes son el edificio de la Organización de Naciones Unidas, el Edificio Seagram y la Casa Lever, todos ellos en Nueva York.
Los detractores del Estilo Internacional critican su geometría rígida y rectangular por ser "deshumanizante". Le Corbusier describía a los edificios como "máquinas para habitar", pero la gente reaccionaba contra esta uniformidad y rigidez. Incluso el arquitecto - y amigo personal de Mies van der Rohe - Philip Johnson admitió estar "aburrido de las cajas". Desde principios de los 80, muchos arquitectos han buscado deliberadamente alejarse de los diseños geométricos.
Aunque hay mucho debate en cuanto a la caída o muerte de la Arquitectura Moderna, la crítica a la misma comenzó en los 60 con los argumentos de que era universal, estéril, elitista y carente de significado. El surgimiento del Postmodernismo se atribuye al desencanto generalizado con la Arquitectura Moderna.
Características formales
Usualmente, la Arquitectura Moderna se caracterizó por:
- el rechazo de los estilos históricos o tradicionales como fuente de inspiración de la forma arquitectónica (historicismo).
- la adopción del principio de que los materiales y requerimientos funcionales determinan el resultado: la forma sigue a la función.
- la adopción de la estética de la máquina
- el rechazo al ornamento
- simplificación de la forma y eliminación del detalle innecesario
- expresión literal del organismo estructural de la edificación
Los fundamentos teóricos
La relación entre la arquitectura moderna y la filosofía Positivista
Auguste Comte (1798 – 1857), el “profeta de la era científica” según Gideon, desarrolla el pensamiento positivista, o Filosofía Positiva, cuyo “carácter fundamental (…) es considerar todos los fenómenos como sometidos a las leyes naturales invariables, cuyo descubrimiento preciso y su reducción al menor número posible es el fin de nuestros esfuerzos” (ABALOS, 2001: 70).
“Positivo - dice Comte – es inseparable de relativo, de orgánico, de preciso, de cierto, de real”. El pensamiento humano pasa, de acuerdo a Comte, por tres fases: la teológica, la metafísica y la positiva. La última, que es la de completa madurez del pensamiento humano, se caracteriza por la renuncia volitiva a las dos primeras etapas mediante la adhesión estricta a las metodologías de la ciencia.
El pensamiento positivo de Comte adopta los métodos de las ciencias matemáticas como propios, con lo cual puede vanagloriarse de sistemático y preciso. Puesto que “toda ciencia positiva no es otra cosa que una transformación de la observación y de la experiencia” (Comte, citado en Gran Larousse Universal, pp. 829), es evitando toda disquisición sobre lo absoluto y renunciando a las ontologías como Comte puede definir su método como “sentido común”. A este respecto, Littré, uno de los herederos intelectuales de Comte, afirmó que “los que creen que la filosofía positiva niega o afirma algo sobre las causas finales o primeras, se engañan, nada niega ni afirma, pues el afirmar o negar sería declarar que se tiene algún conocimiento del origen y del fin de los seres” (Positivismo, en Gran Larousse Universal).
El pensamiento positivo vendrá a tener influencias innegables en el credo de los arquitectos modernos: la apología del progreso, el orden y la ciencia (la metáfora de la máquina, la eficiencia y la higiene modernas), la abstracción del individuo en favor de la mitificación de la Humanidad convertida en fin último (la universalidad, el hombre-tipo), las metáforas biologistas y evolucionistas (la familia tipo y el bloque de viviendas concebidas como célula / organismo).
El rechazo de la individualidad
“El hombre propiamente dicho, dice, en el fondo no es más que una abstracción; lo único real es la Humanidad, sobre todo en el orden intelectual y moral”. (Positivismo, en Gran Larousse Universal). Esta reducción del ser humano a número, - a la formulación matemática que es la base metodológica del positivismo de Comte – encuentra su reflejo en la búsqueda del Existenzminimun, de la vivienda mínima. Abstraer la vida humana en una red de funciones, relaciones, procesos, cuantificaciones: “este sujeto no es otro que el hombre-tipo lecorbusierano, la familia tipo estadística, ese constructo mental que permitió a los arquitectos ortodoxos objetivar su comportamiento social y cuantificarlo en aquella experiencia casi delirante que fue el Existenzminimun” (ABALOS, 2001: 72).
La cotidianeidad del ser humano, analizada con apego a los métodos de la ciencia, será categorizada y clasificada en la primera Carta de Atenas (1931, por Le Corbusier) en las funciones elementales de Habitar, Trabajar, Circular y Esparcirse. La vida moderna, convertida en modelo matemático-estadístico, puede ya manifestarse, tectónica y espacialmente, en la vivienda construida en serie. El bloque de viviendas, que encuentra su más ilustre prototipo en la Unité d´Habitation, es una invención de la modernidad; la negación de la individualidad personal se materializa en una casa / colmena.
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